8 jul 2011

Ya han nacido. Y ahora qué? (1)



Entro en quirófano y una docena de personas me están esperando. Me asusto. Hay motivo para ello, ¿no? Ya sé que en un parto de gemelos el equipo es doble, pero me parece un poco heavy. El anestesista-que es un tio genial-me dice que se me ha alterado la tensión y que si estoy nerviosa. Es la primera vez que entro en una nave espacial, pienso. Y he escuchado tantas cosas de la epidural que sólo de pensarlo me pongo más nerviosa. Pero ni siquiera la noto mucho. Llegados a este punto, sólo pienso que al cabo de un rato veré a Ona y Estel.

Podré comprobar si son como me las he imaginado durante todos estos meses. Si la intuición no me traicionó cuando supe quién era quién. Porque siempre habíamos dicho que tendríamos una Ona o un Oriol (como podéis comprobar, no teníamos para nada contemplada la opción de tener dos hijos ... con "uno para probar ya tenemos suficiente"). Por lo tanto teníamos un nombre: Ona. Pero ... y el otro bebé? Una buena amiga me dijo que no me preocupase, que ella misma-la pequeña-me diría cómo se llamaba. Y un buen día, supe que se llamaba Estel. Muy bien, ya tenemos los dos nombres. Pero cuál es cuál? Lo sabré cuando nazcan? Yo tuve la necesidad de identificarlas dentro de la barriga, para poder hablar con ellas y crear una comunicación necesaria para entendernos (sobre todo por la noche, cuando Ona no paraba de moverse y no me dejaba dormir de ninguna manera!).

Estoy en quirófano y sólo cuando empiezan la cesárea mi cerebro es capaz de reaccionar y ver que lo que me están haciendo es realmente una operación quirúrgica en mayúsculas. Sólo pienso: "Cuando me despierte de esto y no tenga anestesia las pasaré putas". La sensación que me están removiendo de una manera brutal provoca que cuando la comadrona me dice que mire hacia la derecha que Estel ya sale, esté en una nube. Veo un manojo lleno de sangre que pasa por mi derecha. Y de repente, me ponen la cara de Estel en mi mejilla. También hace meses que me imagino cómo debe ser ese momento. Y evidentemente, no hago nada de lo que me había imaginado. Me la quedo mirando. Son las 10.53h de la mañana. No tengo tiempo de reaccionar. A los tres minutos sale Ona. También me la ponen en la mejilla. Es más pequeña. No lloro. Estoy tan asustada que no soy capaz de emocionarme. Mi cerebro no puede pensar en nada más que en preguntar si están bien.

Sí, están bien. Me dicen que se las llevan con su padre. Intento imaginar cómo reaccionará Jordi. ¿Son como las imaginaba? ¿Qué dirá? ¿Qué hará? (Horas después me explicará su situación cómica sentado en medio de un pasillo de quirófanos con una criatura en cada brazo ... mientras la gente le iba felicitando, él les explicaba que las estábamos esperando y todas las cosas que haríamos juntos). Al cabo de un rato, no sabe si fueron cinco minutos o media hora ... pide ayuda para poder subir habitación con las dos criaturas. A mí, tendrán que esperarme aún un buen rato.

1 comentario:

  1. madre mía! una bonita experiencia, con un final feliz, es verdad que, a veces, los nervios, te impiden hasta exteriorizar los sentimientos.
    Un saludo!

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